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domingo, 30 de mayo de 2010

4. Juan C. Yeanplong, EL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO.
Evolución histórica de la razón. -pp.13 a 16
“Si partimos de la premisa de considerar al hombre como una historia individual
que se inscribe dentro de una historia más amplia que es la sociedad en que se desarrolla,
entonces, la historia pasa a ocupar un sitio fundamental en nuestro planteo, pues un
pensamiento descamado falsearía la realidad en la que estamos insertos. Todo hombre
dirige su pensamiento a la justificación o al cuestionamiento de las condicionantes reales
en que vive.
“En este sentido, todo juicio se torna, en definitiva, histórico.
“La historia ha venido a impregnar todo el conocimiento científico de una idea
nueva: la del tiempo, considerando al mundo como un proceso, como algo permanentemente
cambiante.
“Todas las disciplinas científicas han incorporado el concepto del tiempo,
reconociendo el carácter dialéctico de los fenómenos, admitiendo que tienen su historia.
“La lógica del movimiento, como la dialéctica, es el gran aporte de la historia a
todo el conocimiento científico moderno.
“Atentos a lo expuesto, si bien la Grecia clásica fue el escenario del tránsito del
pensamiento mítico al racional, fundando los orígenes del filosofar y de la ciencia, las
condicionantes reales que permitieron tal actividad no fueron patrimonio de todos griegos,
sino de aquellos que ostentaban la condición de ciudadanos u hombres libres. Esta élite
creadora de las ideas desarrolló su actividad a espaldas de los mecanismos de intercambio
que la realidad impone.
“ No debe resultarnos extraño, entonces, el desarrollo fecundo de una razón formal,
con sus productos típicos: la metafísica clásica y las matemáticas. Esto permite la creación
de un lenguaje científico —por ejemplo, la geometría euclidiana— al tiempo que en casi
todos los pensadores se registra un avance altamente positivo en las indagaciones lógicomatemáticas.
“Si bien todas las ciencias particulares hallan sus gérmenes en la antigua Grecia —
baste con mencionar a Demócrito y los átomos, Aristóteles con la física, la psicología y la
lógica, Hipócrates y la medicina, Pitágoras y Euclides con las matemáticas—, no debernos
olvidar que la sociedad griega vivió un prejuicio que obnubiló en buena medida sus logros:
la aplicación práctica de sus conquistas. El propio Arquímedes realizó sus aportes más
significativos a la mecánica con cierto pudor, las aplicaciones prácticas eran algo así como
un entretenimiento, o servían para la ap1icación de la ingeniería a la construcción de
aparatos bélicos, pues el trabajo, las aplicaciones prácticas, eran cosa de esclavos.
“El divorcio entre la teoría (especulación intelectual) y la praxis (actividad
transformadora de la realidad) dividió a la sociedad griega en dos clases bien diferenciadas:
esclavos y artesanos, los ejecutantes del trabajo, y los hombres libres, a quienes pertenecía
el patrimonio exclusivo del pensamiento filosófico y científico.
“La razón formal, con sus especulaciones trascendentes y en buen grado irrealizables
en el decurso histórico, se sumerge en el medioevo, período en el que los
intercambios de los hombres con la realidad natural, fundados en el sistema feudal, dan
paso a la prob1emática que engendra las relaciones de la razón y la fe. En este momento
histórico, los productos intelectuales se circunscribían al ámbito de los monasterios y
centros religiosos. El cristianismo pretende asumir la filosofía griega con el componente de
la fe, subordinándose la razón a esta. Los intelectuales de la época se contaban, en su
mayoría, en el clero. La época medieval denota una regresión al pensamiento mítico. Los
límites impuestos a la razón dan lugar a la interpretación cerrada (“si no creyéreis, no
entenderéis”), en donde las verdades reveladas constituyen el punto de partida y la garantía
de la razón; lo que significará, a posteriori, un conflicto entre el pensamiento científico
emancipado y el autoritarismo escolástico.
“Es natural, entonces, que los intereses por la ciencia y la filosofía se restringieran
por adaptar los resultados de las investigaciones a un marco preestablecido por la religión.
Esto sume buena parte de la época en el oscurantismo, intentando abortar los intentos
disidentes mediante instituciones como la Inquisición, llamada a la caza de herejes, aun
cuando el peso de las opiniones contrarias fuera avalado por la teoría y la comprobación
empírica.
“No obstante ello, la realidad no podía esperar mucho tiempo más, porque nosotros
la componemos e intercambiamos con ella a cada momento. Entonces, la razón formal deja
sus devaneos especulativos dando paso a una razón experimental, yendo de la aplicación
de una fe irracional en la razón a un racionalismo crítico, apoyado en el control
experimental de las conclusiones teóricas, relativizando su poder, pero robusteciendo sus
resultados.
“Las geniales figuras de Copérnico, Kepler, Galileo, Newton, en el plano de las
ciencias van efectivizando en la práctica una verdadera revolución científica. La caída de la
concepción ptolomeica en la astronomía marca el fin de la concepción geocéntrica; la
Tierra deja de ser el ombligo del Universo para ser apenas un planeta más girando en torno
al Sol. La conciencia de la finitud humaniza la razón — despojándola de la participación
divina que le habían adjudicado los griegos. Lo postulado, por inexplicable, pasa a ser
materia de conocimiento científico, empírico-experimental.
“En materia filosófica la figura de Descartes con su ideal de la razón, aún persiste
en los sabios modernos como método. Mientras que los empiristas, en particular Hume, con
su célebre crítica a la noción de causalidad, van planteando la polémica entre
racionalismo y empirismo. Aquí aparece la figura genial de Kant. Su concepción reviste
una investigación crítica de las facultades cognoscitivas, limitando con precisión el dominio
de lo racional.
“El conocimiento de los objetos estaría en estrecha relación con el sujeto que
realiza la actividad cognoscitiva. Tal actividad supone una transformación del objeto, lo
que, en términos sencillos, podría traducirse en la afirmación kantiana: “No vemos al
mundo tal cual es, sino tal cual somos nosotros”. Esto no significa un relativismo, sino un
modo común de conocer, inherente a la naturaleza humana; a esta forma común de conocer
Kant la llama sujeto trascendental. Lo trascendental es lo que el sujeto impone a la realidad
para que esta pueda ser conocida; no es más que conjunto de las condiciones que permiten
la objetividad.
“Este sujeto trascendental kantiano deja de ser un pasivo observador de realidades
para convertirse en un activo creador de realidad, obteniendo los datos de la experiencia y
ordenándolos mediante la razón. La razón, que es una sola, se relaciona con sus objetos
para conocerlos (razón especulativa) o para realizarlos (razón práctica). Aparece, entonces,
la acción humana, la praxis, con su fundamento en la razón práctica. Este tránsito histórico
de la razón en formal, experimenta1 y práctica, va revelando la historia misma de la
filosofía y las ciencias, que, a la postre es la autoconquista del hombre, de su racionalidad.
“Pero este avance de la filosofía y las ciencias que tiene su origen en el
Renacimiento, presenta como condicionante que lo impulsa y lo sostiene, el auge de una
clase social que será la representante del libera1ismo político-económico. Las necesidades
de la aplicación de los logros científicos al comercio y la industria, propiciando el
desarrollo de la tecnología; son exigencias de las nuevas relaciones de intercambio entre
los hombres y la realidad natural por un lado, y de las cultivadas por el otro (entendemos
por realidades cultivadas, los objetos culturales).
“El clima que presenta esta ideología favorece las discusiones abiertas. La misma
agilidad del transporte y el comercio permite que circulen las obras de los pensadores más
destacados (la imprenta ya había realizado progresos notables).Como consecuencia de esta
situación, el cultivo de la razón práctica ya no es, a -diferencia de la razón formal y
experimental, patrimonio de especialistas. La difusión de los logros científicos y técnicos, y
su consiguiente aplicación va marcando una indudable mejora en las condiciones de la vida
humana. La participación de los bienes materiales y culturales por parte de la colectividad
es la medida del verdadero progreso humano.
“Ahora bien, la historia sigue su curso y la burguesía, afianzada en el poder,
asumiendo el papel de clase reivindicadora, volviendo su pensamiento hacia lo político,
tratando de crear teorías racionales del gobierno, la libertad y la justicia, pasa a mostrarse
como una clase conservadora, tratando de mantener las estructuras sociales emergentes de
la economía industrial.
“En este contexto aparece la figura de Hegel (1770-1831), cuya contribución más
importante a la filosofía de la cultura es atribuir carácter histórico a la razón y una creación
continua de esta que no puede detenerse en un momento particular. La historia de la razón
es la historia misma del mundo, fijándose de este modo la máxima hegeliana: “Todo lo que
es racional, es real: todo lo que es real, es racional”. Esta es la razón dialéctica.
“Sin embargo esta identidad entre lo real y lo racional no es algo dado, sino que es
una conquista del espíritu en su desarrollo. Esto es la dialéctica.
“Pero, mientras que en Hegel esta se resuelve en un idealismo metafísico, en otros
autores toma otro curso al ser aplicado en sus desarrollos a las condiciones materiales de la
existencia humana, esto es el materialismo histórico de Marx.
“Según Marx, el hombre inserto en las relaciones sociales elabora
inconscientemente un destino en el que ya no se reconoce, “alienado” por su compromiso
con las relaciones sociales externas a él, no obstante haber sido su arquitecto.
“La propuesta marxista está implícita en la crítica de Feuerbach —filósofo
contemporáneo a Marx—, como crítica a la filosofía: “No se trata de interpretar al mundo,
sino de transformarlo”. Tácitamente se exige la unidad del pensamiento y la acción,
transformando prácticamente la realidad.
“En la perspectiva del siglo XIX, asistimos a un importante desarrollo de las
ciencias físicas, en particular de la biología y de la sociología, con Marx y Comte (1798-
1857). Este último pensador será el fundador de la sistematicidad de otra corriente
filosófica de gran peso: el positivismo. También cabe como mérito a Comte la creación dc
la sociología. Por otra parte, la irrupción del psicoanálisis en la escena social y científica de
los últimos años del siglo XIX, junto a los aspectos mencionados, planteará un nuevo
rumbo a la razón.”

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